lunes, 9 de noviembre de 2015

Comentario de texto, Gonzalo de Berceo

Vamos a hacer el comentario de texto de un poema de Gonzalo de Berceo.  

Pertenece a la obra "Milagros de Nuestra Señora" en la que, como ya sabemos, narra la historia de un pecador que a pesar de sus malos actos salva su alma por su devoción a la Virgen. El poema pertenece al mester de clerecía, que se caracteriza por el uso de versos alejandrinos y monorrimos, eso es lo que vemos en esta obra: versos de 14 sílabas, con una rima diferente en cada estrofa.

Esta obra la podemos situar en la alta Edad Media, bajo un teocentrismo que pugnaba por la fusión entre lo profano y lo religioso. En el poema podemos ver cómo el protagonista pasa del pecado que sería la Romería al perdón de la Virgen que sería ese lugar idílico. Es un ejemplo claro del sentido sacro-profano de las festividades, dentro de una literatura mariana de gran fuerza en la Edad Media.

Empieza la primera estrofa anunciando un suceso extraordinario, que después no vemos ni en la segunda ni en la tercera; sin embargo, lo que sí vemos es la aparición de un personaje presentado como Gonzalo de Berceo. El autor se introduce a sí mismo en su propia obra para recordarle al lector quién la ha compuesto. Esto es un rasgo nuevo que empieza con el mester de clerecía, la consciencia de autoría. El personaje que hemos identificado como Berceo llega después de una romería a un campo, el cual describe como "el lugar apetecible para el hombre cansado". Aquí es donde vemos el tópico del locus amoenus, que quiere decir lugar idílico. Esto podría ser una metáfora en la que el pecador, que sería el propio Berceo, llega a este lugar idílico, que sería la Virgen.

Podemos ver que se trata de un relato sencillo de fácil comprensión, a través del llamamiento al público que se aprecia en la primera estrofa; recurso que, aunque es más común del mester de juglaría, Berceo emplea para que cualquier tipo de lector, independientemente de su nivel cultural, comprenda la obra y  sea capaz de interpretarla como el autor quiere; aquí entra en juego otro de los rasgos del mester de clerecía: un didactismo religioso que queda claro desde el primer verso.